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lunes, 5 de agosto de 2013

Representantes de la Fundacion No a los Biopolimeros Tachira realizan excelente e incansable labor de prevencion e informacion a las Afectadas por Biopolimeros en el Estado Tachira



“Me untaban pega loca en las heridas cuando se derramaba el polímero” 

 

 

 


Sandra Mejía y Lizz Pedrosa, son las representantes en San Cristóbal de la Fundación No a los Biopolímeros de Venezuela. (Foto/Tulia Buriticá)
Sandra Mejía y Lizz Pedrosa, son las representantes en San Cristóbal de la Fundación No a los Biopolímeros de Venezuela. (Foto/Tulia Buriticá)
En Venezuela los biopolímeros están prohibidos, según gaceta oficial 40065, resolución 152 del Ministerio del poder popular para la Salud. (Foto/Tulia Buriticá)
En Venezuela los biopolímeros están prohibidos, según gaceta oficial 40065, resolución 152 del Ministerio del poder popular para la Salud. (Foto/Tulia Buriticá)
Elizabeth Mora, es afectada por colocación de biopolímeros, ya pudo cumplir su cirugía de extracción.(Foto/Tulia Buriticá)
Elizabeth Mora, es afectada por colocación de biopolímeros, ya pudo cumplir su cirugía de extracción.(Foto/Tulia Buriticá)

Lizz Pedrosa, encabeza la Fundación No a los Biopolímeros en San Cristóbal, es estilista de profesión, y tiene 35 años de edad, hace 6 años se inyectó biopolímeros en los glúteos, en una reconocida estética de la ciudad; “lo hice por vanidad, por boba, porque uno se deja engañar fácilmente y cree que con esas cosas va a mejorar su apariencia”.

“Cuando me inyecté 350 cc en cada nalga, sentía molestias, me dolía para sentarme, al día después de inyectarme, por los mismos orificios por donde me colocaron el polímero comencé a botar líquido, volví a la estética y la señora me puso pega loca con gasas para taparme eso, me decía que era normal y que no me iba a pasar nada, y uno ignorante cae en todo”, contó Lizz Pedrosa.

Tres años después de inyectarse, comenzó a sentir molestias en la columna, inflamación, dolor para sentarse, y la zona lumbar le dolía demasiado; acudió al médico: “Me pusieron hasta morfina y nada me quitaba el dolor, porque el plástico me estaba haciendo presión en los nervios, una doctora amiga me intervino urgente y me sacó solo 5% de la sustancia para aliviarme ese dolor tan fuerte, lo demás aún lo tengo en mi cuerpo y debo sacarlo, se me sigue inflamando y estoy afectada en mi vida cotidiana”.

A manera de reflexión, Lizz Pedrosa afirma: “todo es mentira, inyecciones de ácido hialurónico, de plasma,  de células, están engañando a la gente, y queremos evitar que hombres y mujeres se pongan cosas extrañas en el cuerpo, que los padres entiendan que no deben regalarle cirugías estéticas a sus hijas, ni aceites, ni silicón, porque están poniendo en riesgo sus vidas”.

El biopolímero le migró a la pierna

Sandra Mejía, es la segunda al frente de la Fundación No a los Biopolímeros en Táchira, es comerciante, hace cinco años, en Caracas, se inyectó biopolímeros en los glúteos, con un médico cirujano plástico; “si hubiese sabido que era tan malo colocarse esas sustancias, no me lo habría colocado, pero era un médico, me dijo que era una técnica novedosa y confié en él”.

Actualmente los biopolímeros que Sandra se colocó en los glúteos, migraron a la pierna izquierda, ya tiene un endurecimiento muy cerca del tobillo, en la pantorrilla, acudió a numerosos médicos especialistas y nadie le daba explicación del dolor, el enrojecimiento y la alta temperatura en la pierna, además de los constantes cuadros febriles que presentaba, finalmente un médico traumatólogo le dijo que era producto de los biopolímeros, que desde las nalgas le migraron hasta esa zona, supo que necesitaba operarse, pero no tenía la alta suma de dinero para someterse a la intervención.

Esta joven ha orado mucho, asegura que se aferró a Dios, y decidió unirse a la Fundación, ya tiene programada su cirugía abierta para retirarse parte de sus biopolímeros, a veces se siente bien, pero cada cierto tiempo el dolor, la inflamación y la tristeza, así como la ansiedad, reaparecen, ante el temor de saber que tiene una sustancia negativa dentro de su cuerpo.

“Una cola voluptuosa y bonita se volvió dolorosa y deforme”

A Elizabeth Mora, de 37 años de edad, y dedicada al comercio, una amiga la invitó a una estética para que se inyectara una “sustancia muy novedosa” que rellenaba los glúteos de forma rápida, fácil y los dejaba bastante voluptuosos.

“Fui a la estética y en tres sesiones me inyectaron los biopolímeros, como a los 6 meses de haberme colocado eso la piel empezó a cambiar de color, ya no era radiante, se veía rojiza, casi morada, ya no se veía voluptuoso y bonito sino deforme, hace como un año me caí por unas escaleras y caí sentada, eso activó una cantidad de síntomas que ya no me dejaban vivir”, narra Elizabeth Mora.

Dentro de los síntomas presentaba dolor, ardor, formación de granulomas y fibrosis, hubo tanta inflamación que ya no podía sentarse, debía caminar o acostarse y así estuvo unos 6 meses, hasta que decidió acudir al médico por recomendación de su esposo, y fue a un cirujano plástico, quien le detectó a través de exámenes que ya tenía infección.

Elizabeth vio en televisión a miembros de la Fundación No a los Biopolímeros, las contactó y la orientaron sobre los médicos que debían revisarla para hacerle la cirugía de extracción, ya que su cuerpo estaba muy afectado, trastocando incluso su sistema inmunológico; “hace casi tres meses me operé, me sacaron solo 70% porque el resto estaba comprometiendo fibra muscular, gastamos cerca de 70 mil bs., pero ya no podía vivir así, con dolor y depresión, ¿qué hace uno con una cola grande, una buena figura pero enfermo?”.

Ahora esta víctima de biopolímeros no puede usar zapatos altos, ni exponerse al sol, tampoco puede llevar ropa muy ajustada y otras recomendaciones preventivas por la presencia de una parte de las sustancia en su cuerpo, aunque los síntomas desaparecieron.

La estética que funcionaba en San Cristóbal donde inyectaron a Elizabeth Mora, ya desapareció, la supuesta esteticista era de nacionalidad colombiana y los cubículos donde trabajaba ya no están, de ella no quedó ni el rastro, solo las víctimas.

“Si yo no me hubiera dejado llevar por la vanidad y por lo que la sociedad nos impone, ser perfectas, tener figura 90-60-90, y hubiera tenido más cordura no hubiera caído en manos inescrupulosas. Acéptense tal como son, Dios nos hizo perfectos y no tenemos por qué forjar las cosas, yo estaba bien y arriesgué mi vida, esto fue lo peor que me ha pasado, tuve la oportunidad de operarme pero hay mucha gente que no lo tiene, ojalá alguien ayude a tantas muchachas afectadas que no tienen para la intervención y pueden morir”, expresó.

Más de 140 personas afectadas en Táchira se unen en Fundación no a los Biopolímeros

Más de 140 personas en Táchira, incluyendo hombres, víctimas de la colocación de sustancias prohibidas en partes de su cuerpo, se unieron en la Fundación No a los Biopolímeros, la cual labora sin fines de lucro en toda Venezuela, y ya tiene una representación en San Cristóbal, para brindar apoyo a los afectados.

Sandra Mejía y Lizz Pedrosa, son las representantes en San Cristóbal de la Fundación No a los Biopolímeros de Venezuela, que preside el doctor César Olivares, y nació con la idea de dar orientación y respaldo emocional a las personas afectadas por la colocación de polímeros en sus cuerpos.
La Fundación tiene 14 meses de haberse constituido, y en Táchira más recientemente luego de que Lizz Pedrosa, afectada por colocación de biopolímeros en sus glúteos, acudió en marzo a un foro en el centro del país, donde conmovida por tantos casos de personas víctimas de estas sustancias, decidió sumarse a la causa desde San Cristóbal.

En Venezuela los biopolímeros están prohibidos, según gaceta oficial 40065 resolución 152 del Ministerio del poder popular para la Salud, del 5 de diciembre de 2012, donde se limita la colocación de células expansivas, biofil, siliprotex, metacril y demás presentaciones, que son plásticos que se inyectan al cuerpo de forma líquida, con el paso del tiempo se endurecen y comienzan a generar molestias, infecciones y hasta la muerte de los pacientes, incluso se desplazan a diversas partes del cuerpo generando obstrucciones y otros inconvenientes en los órganos.

Explican que la idea es acompañar a las afectadas, primero de forma emocional, pues al saber que lo que se colocaron en sus cuerpos son polímeros y comenzar a presentar síntomas adversos, la depresión y angustia se apoderan de las víctimas.

Seguidamente ayudarse con los conocimientos que ya tienen los miembros de la fundación, como recomendaciones para que su situación de salud no empeore, cambios en el estilo de vida, que son necesarios, y ponerlas en contacto con los dos únicos cirujanos en el país que están dedicados a la extracción de los biopolímeros, para poder intervenirse, cirugía que es costosa y no cubren los seguros privados ni se hace en centros públicos.

Recordaron, Sandra Mejía y Lizz Pedrosa, que los biopolímeros, incluso en cirugía abierta, no se logran extraer en su totalidad, y lo máximo que se puede retirar es 70% ya que se alojan en los músculos, producen fibrosis, comprometen los nervios, y es imposible para el médico llegar a esas zonas evitando más daños a la paciente.

Laura Sobral